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Cristo, el cumplimiento del pacto abrahámico (3/3)

En la primera parte vimos la naturaleza del pacto y las implicaciones del mismo, en la segunda parte rebobinamos hasta el momento mismo de la creación donde Dios promete a Eva que su simiente aplastara la simiente de la Serpiente. También, avanzamos hasta Noe y su conexión con Abraham.

Hoy iremos directo hasta Cristo, pasando por otros herederos de la promesa de Abraham, Jacob, Moisés y David.

Evolución de la promesa de Abraham.

a. En Jacob

Isaac, heredero de la promesa de Abraham (Gn. 26:24) engendró a Jacob, el cual recibió la misma promesa que recibió su padre Isaac (Gn. 28:13-15).

Jacob engendró doce hijos, y uno de ellos José se convierte en el segundo hombre más poderoso  de Egipto, sólo detrás del Faraón. En el pasado, José fue vendido por sus hermanos a mercaderes, que a su vez lo vendieron en Egipto. Dios en su providencia permitió que todo esto sucediera para que José se convirtiera en alguien poderoso para de esta forma ayudar Israel en momentos de futura necesidad, el conociendo esto dice a sus hermanos “Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; que para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn. 45:7). 

Jacob y sus hijos se mudan a Egipto. En su lecho muerte están todos presentes, y profiere bendiciones sobre cada uno de ellos, sin embargo, una sobresale de las demás: “No será quitado el cetro de Judá, Y el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Shiloh; Y a él se congregarán los pueblos” (Gn. 49:10). Este Shiloh, es aquella simiente que bendecirá a todas las naciones que no vendrá de otro sino de Judá, cada vez Dios ofrece más información sobre este que habría de venir.

b. En Moisés

Tras la muerte de Abraham, Isaac y Jacob, sus descendientes acaban esclavizados en Egipto. Dios, en su plan, escoge a Moisés para liberar a Israel de la esclavitud egipcia, apareciéndosele en el Monte Sinaí. Mediante numerosos milagros y prodigios, Dios se impone a la terquedad del Faraón y deja marchar libre a Israel. Dios, por medio de Moisés, guía a miles de personas por el desierto para adorarle en ese mismo monte. Joel Beeke al respecto dice “Allí el Señor hizo un pacto que definió su relación con la nación de Israel, un pacto creciendo desde la raíz de la promesa de Abraham y preparándose para la venida de su Hijo, Jesucristo”.1

También Bavink dice, 

“El pacto del monte Sinaí es y sigue siendo un pacto de Gracia. “Yo soy JEHOVÁ tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de siervos” (Éx. 20:2) es la primera afirmación y fundamento  de la ley, la esencia del pacto de gracia. 

Los beneficios del pacto dados a Israel son los mismos que los otorgados a Abraham. La gran promesa hecha a Abraham es: “Yo seré tu Dios, y tú y tus descendientes seréis mi pueblo” (Gn. 17:8 paráfrasis). De la misma forma Dios es el Dios de Israel, e Israel es su pueblo (Éx 19:6, 29:46)”2

Una vez en el Monte Sinaí, el Señor entrega a Moisés los Diez Mandamientos, los cuales dan inicio al Pacto de la Ley entre Dios e Israel. El mediador de este pacto era Moisés, sin embargo, después de él Dios levantó profetas, sacerdotes, y reyes para las funciones que dejaría el oficio de Moisés. Él mismo profetizó que habría de venir otro profeta como él de en medio de Israel (Dt. 18:15), Cristo, él será quien reúna nuevamente estos oficios en una sola persona. 

c. En David

Más adelante en el tiempo Dios levanta a un rey, David. David es también descendiente de Abraham, de la tribu de Judá.

El pacto con David se referencia en el libro de 2Sa. 7:13-17:

El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; Empero mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro; y tu trono será estable eternamente”.

Esto implica que, a pesar de cualquier pecado futuro que cometiere el rey descendiente de David, éste recibiría el castigo de Dios pero el pacto permanecería hasta la llegada de aquel que establecería el reino eternamente. Al respecto, Dale Davis escribe “La muerte no puede anularlo (vv. 12-13), el pecado no puede destruirlo (vv. 14-15), el tiempo no puede desgastarlo (v. 16)”3

Como menciona Beeke en su Teología Sistemática, “El cumplimento de este pacto no puede tener lugar sin tomar en cuenta el linaje físico de David”4, el cual al final de cuentas es el linaje de Abraham.

Originalmente el pacto se refería a Salomón, pero él era un tipo que prefiguraba al único y eterno Hijo de Dios, Jesús. 

Muchos otros aspectos del Antiguo Testamento asociados a David también sirvieron de tipos de Cristo: los salmos de David, aunque referidos a su vida, profetizaban sobre Cristo; el templo de Salomón prefiguraba a Cristo encarnado y a la Iglesia; el “descanso” bajo David prefiguraba el descanso eterno en Cristo.

Así, David, su reinado y todo lo relacionado actuaron como modelo y anticipo de la gloria de Cristo y su reino eterno. La naturaleza tipológica del pacto con David apuntaba al pueblo de Israel más allá del reino terrenal, hacia el Rey celestial y el reino venidero. 

Cristo, el cumplimiento

Pablo al escribir a los Gálatas, dejo la explicación perfecta de Cristo y el cumplimiento del Pacto con Abraham,

Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa. Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.

Galatas 3:15-20 RV60

Pablo elabora un caso sobre la doctrina de la justificación por fe contra los judaizantes en la iglesia en Galacia, ellos intentaban llevar a los creyentes de vuelta a el sistema de la Ley, para ellos no se podía ser completamente salvo si no se cumplía la Ley de Moisés. R.C Sproul dice, “Este es el error que aborda Pablo cuando habla a los gálatas. Pablo razona que si tienes que volver a estar bajo la ley para ser justificado, has anulado la obra perfecta de redención que Cristo ha realizado para nosotros”5.

En lo referente a la promesa y a la o las simientes, Pablo está recordando a los Gálatas que el término simiente no está siendo usado en el plural, sino que se refiere a uno, el cual es Cristo. 

Existen muchas razones para creer que Jesus es el Cristo prometido, además de los argumentos de Pablo:

1. Jesus es descendiente de Abraham. Los autores de los evangelios Mateo y Lucas prueban que Jesus es parte del linaje de David. La primera frase con la Mateo inicia su evangelio es “Libro de la generación de Jesucristo, Hijo de David, Hijo de Abraham” (Mt. 1:1). Esto no es fortuito, los Judios saben que el Mesías deberá  ser del del linaje de Abraham. Lucas realiza el mismo ejercicio pero contando la genealogía hasta Adan.

2. Jesus es reconocido como el Mesías prometido. Lucas 2:25 dice:

Y he aquí, había un hombre en Jerusalem, llamado Simeón, y este hombre, justo y pío, esperaba la consolación de Israel: y el Espíritu Santo era sobre él. Y había recibido respuesta del Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor. Y vino por Espíritu al templo. Y cuando metieron al niño Jesús sus padres en el templo, para hacer por él conforme a la costumbre de la ley, Entonces él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, y dijo: Ahora despides, Señor, a tu siervo, Conforme a tu palabra, en paz; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has aparejado en presencia de todos los pueblos; Luz para ser revelada a los Gentiles, Y la gloria de tu pueblo Israel.

Lucas 2:25

Lo que Simeón está diciendo es que esta salvación que han visto sus ojos, no solo es para Israel, sino también para los Gentiles. 

Las notas de la Biblia de La Reforma6 al respecto de este texto dice lo siguiente: 

La consolación de Israel. Este título para el Mesías refiere al consuelo que Él brindará (Sal. 119:82, Isa. 40:1, 57:14-19, 61:1-2). 

El espíritu Santo era sobre él. Como un profeta, Simeón recibió una revelación especial de Dios, primero que el Cristo vendría durante su tiempo de vida, y luego, cuando Jesus fue llevado al templo, que el niño era el Salvador prometido.

Tu salvación. Esta frase significa el niño que traería la salvación de Dios a la humanidad. El sustantivo abstracto “salvación” está relacionado con el “Salvador” personal (2:11) tanto en griego como en inglés.

Todos los pueblos. Esta frase es plural y se refiere tanto a los gentiles como a Israel (v. 10 nota; Is. 40:5). Tanto Israel como las naciones experimentarán la salvación del Señor no simplemente como observadores sino también como beneficiarios.Una Luz … a los Gentiles … gloria a tu pueblo Israel. Dios prometió al siervo del Señor que no sólo restauraría a Israel sino que también sería “luz para las naciones, para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra” (Isa. 49:6, citado en Hech. 13:47). Jesús será quien cumpla esta profecía.

De igual forma, Juan el Bautista, cuando ve que Jesus va para ser bautizado, al verle dice “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. … Y yo le vi, y he dado testimonio que éste es el Hijo de Dios.” (Jn. 1:29-34, algunas partes omitidas). Más adelante en el vv. 41, Andrés anuncia a su hermano Pedro que “Hemos hallado al Mesías”.

Como dice Sproul, “Esta idea del Cordero de Dios es un hilo conductor a lo largo de la historia de la redención. Se puede rastrear hasta Génesis 22, cuando Dios llamó a Abraham para que fuera al monte Moriah y ofreciera a su hijo Isaac como sacrificio7.

Como se trató al inicio de este ensayo, después que el ángel de Dios detuviera a Abraham de sacrificar a Isaac, vió un cordero el cual ofreció como sacrificio. De ninguna manera se desea compara el sacrificio de ese cordero con un acto expiatorio como el de Cristo en la Cruz, pero si con el hecho de que fue un sacrificio sustitutivo, el cordero sustituyó a Isaac, al igual que Cristo sustituyó a la raza humana en un acto expiatorio y en lugar nuestro Él recibió la ira de Dios.

Jesus fue y es el Mesías prometido tanto a Israel como a los Gentiles, él cumplió con todos los pactos, promesas y profecías hechas a, o por los patriarcas, y profetas del Antiguo Testamento. Esto es un gozo para nosotros que seguimos a Cristo, y tenemos en él la seguridad del cumplimiento de todo aquello también está en las Escrituras que falta por cumplir. De la misma forma, saber que al poner la confianza en Cristo, él pone en nuestra cuenta su justicia alcanzada en la cruz, de la misma forma que Abraham fue justificado por la fe en Dios al obedecerle sobre toda circunstancia.

Conclusion

El Pacto Abrahámico es una piedra angular en la gran narrativa del plan redentor de Dios. Desde la primera promesa hecha a Adán y Eva en el Jardín del Edén hasta el pacto con Noé después del Gran Diluvio y, finalmente, hasta el pacto solemne con Abraham, somos testigos del progreso constante del propósito divino de Dios. A través de la fe y la obediencia de Abraham, vemos un poderoso ejemplo de lo que significa confiar en las promesas de Dios y someterse a Su voluntad.

Este pacto con Abraham presagia el cumplimiento máximo en Jesucristo. Como revela el Nuevo Testamento, Jesús es la “simiente”, a través de la cual todas las naciones son bendecidas, y Él es la encarnación del amor y la gracia del pacto de Dios. Su sacrificio en la cruz se convierte en la máxima ofrenda sustitutiva, similar al carnero proporcionado en lugar de Isaac. A través de Cristo, todos los que creen participan de las bendiciones del Pacto Abrahámico y encuentran la salvación.

Al reflexionar sobre el recorrido desde Abraham hasta Cristo, recordamos que la fidelidad del pacto de Dios perdura a través de los siglos. La historia de la confianza inquebrantable de Abraham en las promesas de Dios continúa inspirando a los creyentes de hoy, animándonos a caminar en fe y obediencia, sabiendo que Dios se deleita en aquellos que buscan obedecer su voz. El Pacto Abrahámico sirve como un testimonio profundo del amor, la gracia y el compromiso de Dios de reconciliar a la humanidad consigo mismo, invitando a todas las naciones a compartir las bendiciones de la salvación a través de la fe en Jesucristo.


Fuentes

  1. Beeke, Joel R., y Paul M. Smalley. Reformed Systematic Theology. Vol. Volume 2: Man and Christ. (Wheaton, IL: Crossway, 2020). ↩︎
  2.  Bavinck, Herman. “El Unigénito del Padre”. En Dogmática Reformada. Viladecavalls, España: Editorial Clie, 2023. ↩︎
  3. Davis, Dale Ralph. 2 Samuel: Out of Every Adversity. Focus on the Bible Commentaries. (Ross-shire, Scotlant: Christian Focus, 1999). ↩︎
  4. Beeke, Smalley. Reformed Systematic Theology. ↩︎
  5. Sproul, R.C. Galatians: An Expositional Commentary. R.C. Sproul’s Expositional Commentaries Series. (Sanford, FL: Ligonier Ministries, 2022). ↩︎
  6. La Biblia de La Reforma. ↩︎
  7. Sproul. Galatians ↩︎

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